En el estado de la sociedad actual, muchos hemos pensado de vez en cuando, si el ser sinceros con otras personas resulta verdaderamente rentable.
¿Es rentable ser sinceros?
En nuestro loco mundo, en crisis permanente, parecería que solo a los muy malos les va bien y que el ser una persona de principios, supone más un inconveniente que un beneficio, a la hora de interactuar en el mundo de los negocios.
Sin embargo, para los que alguna vez tienen dudas, hay que explicar que nada más lejos de la realidad. Al contrario, la falta de sinceridad impide que las ideas inteligentes, la acción rápida y las buenas personas aporten todo el potencial que poseen.
El falsear la realidad es una estrategia mezquina y cortoplacista. Si se es sincero, aunque está claro que nunca se consigue plenamente, todo funciona mejor y más rápido.
La falta de comunicación honesta da pie a malos entendidos
Cuando se habla de falta de sinceridad no nos referimos a la falta de honradez “malintencionada”. Este nivel rozaría ya los ámbitos del delito.
Más bien apuntamos a que hay demasiadas personas que con frecuencia no se expresan con franqueza. Y esta falta de comunicación honesta, suele dar pie a miles de malos entendidos en el mundo de los negocios.
Muchos individuos no se comunican claramente, ni sugieren ideas para estimular un verdadero debate. Como un cangrejo escondido entre sus rocas, no se abren. Por el contrario se defienden, reservados y competitivos, guardándose los comentarios o las criticas para sí mismos.
En el otro extremo, aunque por razones distintas, se encuentran los que nunca se atreven a ser sinceros por miedo. Cierran la boca para hacer que otros se sientan mejor o evitar el conflicto, a menudo endulzan las malas noticias con el fin de cubrir las apariencias. También se guardan tacañamente las cosas para ellos, acumulando una información que consideran de su propiedad. En este tipo de actitudes consiste la falta de sinceridad.
Algo totalmente pernicioso, que desgraciadamente suele impregnar casi todos los aspectos de los negocios. Aunque para ser también sinceros, hay muchas y honrosas excepciones.
Se trata de personas que son respetadas y queridas por sus clientes, también excelentes compañeros con la competencia. A este tipo de individuos por lo general les suele ir bien, muy bien, incluso en el terreno económico.
Los demás saben que pueden confiar en ellos, porque han demostrado a lo largo del tiempo que son sinceros y coherentes entre lo que dicen y lo que hacen. Con sujetos de este tipo, todo el mundo está dispuesto siempre a hacer negocios.
Nuestro peor enemigo en los negocios es la mala comunicación
Tenemos que olvidarnos de la competencia, de afanarnos en luchar contra otros. El peor enemigo en el mundo de los negocios es la forma en que nos comunicamos con los demás.
El valor de la sinceridad
Existen tres caminos para que la sinceridad conduzca al éxito, a saber:
- La sinceridad hace que más personas participen en la conversación. Cuantas más personas intervienen, más riqueza de ideas. De esta forma, muchas más ideas afloran a la superficie, se discuten, se analizan y se perfeccionan.
- La sinceridad genera rapidez. Cuando las ideas no se ocultan, sino que se exponen abiertamente, pueden debatirse con celeridad, extenderse, mejorarse y convertirse en actos. La sinceridad permite no quedarse atrás.
- La sinceridad reduce muchos costes, aunque no sea tan evidente dicha reducción en números precisos. Basta con plantearse como ayuda a eliminar reuniones carentes de sentido e informes innecesarios.
Cuando se tiene en cuenta todos estos beneficios, es evidente que uno no se puede permitir la falta de sinceridad en un emprendimiento.
Evidentemente es más fácil introducir la sinceridad en una empresa si ocupamos un puesto jerárquicamente elevado, pero también es verdad que el dialogo abierto puede empezar en cualquier nivel.
En relación con nuestros clientes o con el resto de las personas con las que tenemos que negociar, es imprescindible no perder el tiempo generando comunicaciones confusas.
Es preferible que nos den una negativa clara, que perder nuestro valioso tiempo haciendo seguimiento a una persona que no es sincera.
Es imposible imaginar un mundo donde todos digan siempre lo que piensan. Lo más probable es que tampoco nos gustaría mucho tener demasiada información. Pero aunque solo redujéramos en la mitad la falta de sinceridad, ganaríamos muchísimas ventajas. Sería un verdadero cambio para mejor.
La sinceridad funciona porque aclara muchas situaciones. Lo bueno de la sinceridad es que es un acto de valor incalculable además de una buena estrategia de venta y termina siendo muy valorado por todos los demás.